Desde sus inicios en la escultura, que se concretan ahora en esta primera exposición individual, el joven Alberto Cavalieri no ha escogido la vía más fácil: de frente, ha optado por la producción artesanal, y el formato monumental. Hoy día, estas dos características constituyen de por sÌ un mérito. Desde luego, no son sin embargo suficientes para reconocer a un artista detrás de un brillante hacedor. Pero en Cavalieri, no faltan ni la calidad de ejecución, ni el sentido del volumen y del espacio. Tampoco faltan la libertad en la creación de formas, la audacia, el sentido del riesgo y la sensibilidad hacia los materiales. Alberto Cavalieri no se ha equivocado al evitar las soluciones de menor resistencia: los resultados están a la vista, y sus piezas contienen todos los elementos de futuros y prometedores desarrollos.
Cavalieri ha establecido de manera contundente su relación con el espacio y con la materia, una relación directa, cuerpo a cuerpo, sincera.
El espacio habitado por cada escultura es amplio y vibrante, ha sido conquistado por el hierro punzante, que parece arrancarse de sÌ mismo para prolongarse, de manera orgánica, en esos lazos, esas cintas que forman la anatomía de la pieza.
La materia es el hierro, con un recio acabado oxidado de hermosos tonos rojizos y marrones y de texturas rugosas. Este hierro consiste en un lazo de base cuadrada que el artista parece estirar, que retuerce sobre sÌ mismo para con él dibujar en el espacio, dejando al volumen menos consistencia que al espacio mismo. Al final, reina la transparencia.
Este concepto de escultura abierta ofrece al artista la oportunidad de volver a plantear, desde su propia vivencia como creador manual de sus piezas, desde la tradición de la contemporaneidad, problemas fundamentales de este arte. Cavalieri experimenta como se puede desafiar la dureza del material hasta doblegarlo (en el sentido propio y en el figurado) , jugando con su nueva flexibilidad y ductibilidad, para hacer metáforas de nudos gordianos y cintas de Moebius, proponiendo así un reto no solo para la vista, sino también para el espíritu. Asimismo, enfrenta de manera personal el equilibrio de cada escultura, a partir de un mínimo punto de encuentro entre la obra y el suelo, o la obra y su base. Resuelve este equilibrio tanto con intuición y sensibilidad como mediante su dominio técnico: gracias a eso, su arte se mantiene ajeno al puro virtuosismo, a pesar de lo arriesgado de ciertas propuestas. En algunos trabajos el uso conjunto de la madera en el pedestal macizo y del hierro en la figura aérea crea un contraste-alianza de densidades, texturas, colores, evocadoras de la complementariedad necesaria entre la naturaleza y el trabajo humano.
Dentro de la abstracción que las define, varias piezas dejan vislumbrar, sin embargo, alguna referencia objetual: es el caso de los hierros " tejidos " que llegan a formar una especie de tela con trama y urdimbre resueltas en volúmenes, Lo mismo ocurre con la forma enroscada del alambre de púas, tan agigantado en su escultura, que llega a perder su parentesco directo con el modelo, y se vuelve puro volumen abstracto.
Hay una gran calidad táctil, además de visual, en las esculturas de Alberto Cavalieri, en las cuales el esmero técnico en el lento y difícil oficio del escultor, el conocimiento del material y de su comportamiento, dejan abiertas unas pequeñas brechas para leves imperfecciones: pequeños accidentes, irregularidades en los planos, las aristas, el acabado, que revelan de hecho la sofisticación y el dominio alcanzados ya por este joven. Sabe integrar de tal forma los " defectos " a cada obra, que logra expresar a través de ellos esa impronta humana, ese hálito de autenticidad que identifica al verdadero artista.
Federica Palomero 1 enero 96.
Cavalieri ha establecido de manera contundente su relación con el espacio y con la materia, una relación directa, cuerpo a cuerpo, sincera.
El espacio habitado por cada escultura es amplio y vibrante, ha sido conquistado por el hierro punzante, que parece arrancarse de sÌ mismo para prolongarse, de manera orgánica, en esos lazos, esas cintas que forman la anatomía de la pieza.
La materia es el hierro, con un recio acabado oxidado de hermosos tonos rojizos y marrones y de texturas rugosas. Este hierro consiste en un lazo de base cuadrada que el artista parece estirar, que retuerce sobre sÌ mismo para con él dibujar en el espacio, dejando al volumen menos consistencia que al espacio mismo. Al final, reina la transparencia.
Este concepto de escultura abierta ofrece al artista la oportunidad de volver a plantear, desde su propia vivencia como creador manual de sus piezas, desde la tradición de la contemporaneidad, problemas fundamentales de este arte. Cavalieri experimenta como se puede desafiar la dureza del material hasta doblegarlo (en el sentido propio y en el figurado) , jugando con su nueva flexibilidad y ductibilidad, para hacer metáforas de nudos gordianos y cintas de Moebius, proponiendo así un reto no solo para la vista, sino también para el espíritu. Asimismo, enfrenta de manera personal el equilibrio de cada escultura, a partir de un mínimo punto de encuentro entre la obra y el suelo, o la obra y su base. Resuelve este equilibrio tanto con intuición y sensibilidad como mediante su dominio técnico: gracias a eso, su arte se mantiene ajeno al puro virtuosismo, a pesar de lo arriesgado de ciertas propuestas. En algunos trabajos el uso conjunto de la madera en el pedestal macizo y del hierro en la figura aérea crea un contraste-alianza de densidades, texturas, colores, evocadoras de la complementariedad necesaria entre la naturaleza y el trabajo humano.
Dentro de la abstracción que las define, varias piezas dejan vislumbrar, sin embargo, alguna referencia objetual: es el caso de los hierros " tejidos " que llegan a formar una especie de tela con trama y urdimbre resueltas en volúmenes, Lo mismo ocurre con la forma enroscada del alambre de púas, tan agigantado en su escultura, que llega a perder su parentesco directo con el modelo, y se vuelve puro volumen abstracto.
Hay una gran calidad táctil, además de visual, en las esculturas de Alberto Cavalieri, en las cuales el esmero técnico en el lento y difícil oficio del escultor, el conocimiento del material y de su comportamiento, dejan abiertas unas pequeñas brechas para leves imperfecciones: pequeños accidentes, irregularidades en los planos, las aristas, el acabado, que revelan de hecho la sofisticación y el dominio alcanzados ya por este joven. Sabe integrar de tal forma los " defectos " a cada obra, que logra expresar a través de ellos esa impronta humana, ese hálito de autenticidad que identifica al verdadero artista.
Federica Palomero 1 enero 96.